domingo, 11 de julio de 2010

Recuperando la Fiesta en Viboli

























Ayer 10 de julio asistí, acompañado por los vecinos de Cazo, Lucina Alonso y Manuel LLera, a la recuperación de una fiesta tradicional en la aldea de Viboli, Ponga. Un grupo de entusiastas vecinos del Concejo agrupados en una Comisión de Trabajo, intentan que las tradiciones de estas aldeas, no se pierdan.
Viboli es un pueblin en donde viven cuatro personas de fijo todo el año, de difícil acceso, por un camino semiasfaltado, tan estrecho que no se pueden cruzar dos coches. Con buen criterio, el ayuntamiento de Ponga hubo de organizar las subidas y bajadas de los coches, según las horas. El estrecho y bonito, camino hasta Viboli, transcurre por una garganta pareja al río Cándano, zigzagueando por vericuetos imposibles; hasta una cascada cruza la carretera, La Riega de Cabañin, confluyendo en el seno del río.
Una vez en Viboli, nos encontramos con los dos barrios de la aldea; el de Abajo y el de Arriba. La aldea tiene muchos hórreos, de cuatro y seis apoyos, utilizados para que las alimañas no se comieran las patatas, el maíz o el grano.
Uno de los actos que la Comisión Organizadora había previsto, era una misa en la pequeña iglesia de la aldea. Oficiada por un sacerdote oriundo de Méjico, que lo hizo a capilla llena. A continuación se procedió a sacar en procesión la imagen a la que está dedicada la iglesia, que resultó ser San Ignacio de Loyola. Este mínimo acto consistió en dar una vuelta a la capilla, al son de dos gaiteros y de cohetes. A la procesión acompañaban los asistentes al acto, así como dos señoras con ofrendas de roscas pan, que posteriormente serían subastadas, para contribuir a los gastos.
La Comisión, había previsto en la campa un cobertizo de plástico para cobijar a los asistentes en donde había una barra; corría la sidra y los gaiteros amenizaban con sus populares sones. Por la tarde había una orquesta para los paisanos.
A la hora de comer, el personal se refugió del severo sol que ayer acontecía en Ponga, en un prado cercano, en donde dimos rienda suelta al moflete y al gañote, con suculentas tortillas y vinos de cosecha.
La repercusión del acto y las ganas de que no se pierdan las tradiciones, hicieron que vinieran familias que ahora viven en Bruselas, hasta Valladolid en avión y en coche hasta Viboli, para retornar el domingo de nuevo a Bruselas. ¡Eso es amor a la tierra!.

2 comentarios:

  1. Muy bonitas las fotos.Me gustan. Espero que las ánimas del cementerio te ayuden. Abrazos.

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